viernes 03 noviembre, 2023
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El Superclásico de Argentina en ojos de un fanático chileno

Es sábado 30 de septiembre de 2023 y en la Plaza Intendente Torquato de Alvear del sector de Recoleta de Buenos Aires, se desarrolla una feria artesanal. El espacio público está rodeado de edificios, desde donde cuelgan algunos estáticos con propaganda política.

Por Enrique Corvetto Castro.

Y es que los argentinos en unos días más tendrán que decidir quiénes ocuparán cargos como el de gobernador y presidente de la República –este último cargo se definirá en segunda vuelta-. En medio de esta batahola visual de frases y fotografías de los candidatos, surge una singular propaganda que parece sacada de contexto. En un pequeño poste junto al césped de la plaza Alvear se expone la frase “Tu mejor elección”, y más abajo se exhiben los escudos de Boca Juniors y de River Plate. Se trata de un anuncio publicitario del canal TNT Sport.

A una cuadra de la Plaza Alvear, y muy cerca de la entrada del cementerio de la Recoleta, se ubica el tradicional bar La Biela. Hay pocas mesas disponibles en el lugar. Cuatro de los diez garzones están pegados a un aparato de TV viendo el partido de Racing con Independiente de Avellaneda.

En la entrada, junto a una estatua de Jorge Luis Borges, dos hombres de más de sesenta años hablan a viva voz de la elección a la máxima magistratura del país y pronostican lo reñido que será el debate presidencial televisado, el que se efectuará al día siguiente en horas de la noche. Pero los ojos de los argentinos no sólo están puestos en el debate presidencial, claro que no. El mismo día Boca Juniors recibe a las dos de la tarde a su clásico rival, River Plate.

El día del clásico

A las diez de la mañana, en el mismo barrio de la Recoleta, se empiezan a ver a personas con camisetas de ambos equipos. El restaurant Corchio, ubicado en Las Heras con Junín, tiene en su interior a dos hinchas de Boca vestidos de azul y amarillo. Ambos están sentados en el mejor puesto del local junto a la TV. Si el panorama era aquel en un restaurante, ni hablar la locura que era el bar Locos x el Fútbol, distante a unos cincuenta metros de allí. A las 11 con 20 minutos un taxista pasa a buscar al autor de esta crónica a un hotel en Recoleta.

El conductor es Ponciano, un boliviano de unos 65 años, que lleva 30 viviendo en Buenos Aires. A comienzos de los años 90 fue de paseo a la capital de Argentina y se quedó, según él, por amor. Durante el trayecto repite en dos ocasiones que quiere irse del país, ya que las cosas están mejor en La Paz. La conversación fluye, al tiempo que el vehículo pasa por detrás de la Casa Rosada y sigue su trazado por Avenida Paseo Colón.

A partir de dicho instante, por donde se deposite la vista aparecen hombres, mujeres y niños con la camiseta o indumentaria de Boca Juniors. Mientras Ponciano se confiesa indiferente a quien pueda ser electo presidente de Argentina en las próximas elecciones, el vehículo cae presa de un taco kilométrico en la intersección de Paseo Colón con la calle Estados Unidos.

La policía desvía los automóviles en dirección este. Los hinchas de Boca que van al estadio en transporte público o en taxis se bajan de éstos para iniciar su peregrinaje a pie hacia el recinto deportivo. “Jefe, lo tengo que dejar hasta acá. Así no vamos a avanzar. Son dos mil pesos (cerca de 5400 pesos chilenos)”, me dice Ponciano.

Luego de descender del taxi Chevrolet de Ponciano, consulto al google maps de mi teléfono por mi ubicación. La información que me arroja no es tan desalentadora como pensaba: estoy a unos 30 minutos caminando del estadio. Luego de andar unos diez minutos a paso regular-rápido, llego al Parque Lezama. Allí, a los pies del Monumento de la Cordialidad Argentina-Uruguaya, están congregados cerca de quinientos hinchas de Boca Juniors. Con la ayuda de instrumentos de percusión entonan cánticos de manera animosa, mientras el sol cae sobre sus cabezas.

Existen diversas vías para llegar a la Bombonera, pero el camino escogido es a través de la calle Irala, la que nace precisamente frente al Monumento de la Cordialidad. Emprendo los primeros pasos por la mencionada arteria y enfrento cuatro vallas papales dispuestas por la policía para evitar el tránsito de vehículos. Algunas de las casas de Irala lucen de azul y amarillo. En las paredes comienzan a aparecer murales con imágenes del equipo bostero y de Maradona. El olor a choripán ronda por el aire.

Las calles están tomadas por los hinchas de Boca. El ambiente de fiesta se siente en cada paso que acerca a este cronista al estadio que dicen no tiembla, sino late. La gente canta y se desplaza en todas direcciones. El ruido de las aspas de un helicóptero que sobrevuela el entorno del barrio de la Boca, compite con los cánticos entonados por los hinchas y por los vendedores ambulantes de cervezas.

Se arman espontáneamente grupos de quince o más personas. ¡Boca, Boca, Booocaaaaa!, gritan los vendedores de cerveza Brahma, los que también ofrecen Fernet con Coca Cola en vasos plásticos. Los carros de venta de hamburguesas tampoco se quedan atrás con los gritos alusivos al equipo local. Un detalle: todos los vendedores están con la camiseta de Boca.

Los boliches de barrios de cada esquina están llenos. Un hombre con la camiseta de Boca Juniors sale de un edificio cercano al estadio con el objetivo de pasear a su perro, el cual lleva en su correa los colores del popular club. Continúo mi rumbo y la presencia de cámaras de televisión anuncia que la entrada del recinto deportivo está cerca. Entre las calles Irala con Wenceslao Villafañe, se encuentra parte de “La 12”, barra brava de Boca Juniors. Allí comen choripanes, beben cerveza y arman una fiesta al son de cánticos. El momento es registrado por turistas con sus teléfonos móviles. Una periodista comienza a transmitir en vivo, lo cual hace que un grupo de diez hinchas se acerquen tras ella y profieran epítetos contra el clásico rival.

El ingreso de la prensa al majestuoso estadio es por la puerta 17. Ya en su interior, hay un ascensor que lleva a un cuarto piso, que sería la segunda bandeja del estadio. Allí está el lugar destinado para los medios de comunicación. Las casetas cerradas están destinadas para los canales de televisión y radios más grandes, mientras que los restantes medios se emplazan en pupitres localizados en un codo, junto a la hinchada de Boca Juniors. El pasillo que da atrás de las casetas cerradas de radio y TV son estrechísimos, no así los del público que está un piso más abajo.

A una hora de que arranque el partido el estadio ya está en aproximadamente su 70% de capacidad. Los cánticos no cesan y la fiesta ya está desatada en la galería. Mangueras riegan el césped que se aprecia en buenas condiciones. Los comentaristas advierten que Boca Juniors presentará un equipo alternativo dejando en el banquillo a figuras como Cavani, Barco, Advíncula y Rojo, entre otros. River Plate va en la parte alta de la tabla de ubicaciones del torneo y presentará lo mejor que tiene. Uno de sus jugadores es el defensa chileno Paulo Díaz.

Suena por los altoparlantes la Cumbia de los Trapos del grupo Yerba Mala y la hinchada de Boca se prende y entusiasma al público. Al unísono todos cantan el estribillo: “Dale dale booo, dale booo/borracho, yo voy cantando…”.

Tras unos minutos, por una manga inflable que da a la hinchada local, sale a realizar la entrada en calor el arquero de los visitantes Franco Armani, acompañado por el guardameta suplente y el preparador de éstos. La galería hace sentir al visitante su condición y se inician los cánticos enrostrando a River el descenso que sufrieron en 2011. A los pupitres de prensa llega una hoja que contiene las formaciones de los equipos. El número de pupitre 166 está junto al mío –yo tengo el 165-, y le corresponde al periodista francés Thomas Broggini, quien trabajaba desde Argentina para algunos medios de su país. Uno de ellos es France Football, la revista que entrega los premios Balones de Oro.

Boca sale a la cancha para hacer el calentamiento, previo al partido, y es recibido entre vítores. River hace lo mismo en el gimnasio que está cercano a sus vestidores.

Pasan los minutos y con la canción “Soy de Boca desde que estaba en la cuna, a Boca Juniors yo lo sigo a donde va…”, el cuadro xeneize retorna a su vestidor para preparar su salida definitiva al terreno de juego. Tras cartón, los periodistas advierten que el jugador neerlandés, Ruud Van Nistelrooy, está en el estadio como espectador. La famosa Bombonera ya está casi a tope, salvo algunos claros en lo que antiguamente era la bandeja visitante.

En cada esquina de la platea se ubica un letrero marcador. Lo curioso es que sobre éstos se sitúan personas con uniforme negro, las que tienen una visual privilegiada, pero peligrosa dada la altura. No se trata de la “familia Miranda”, como rotulamos en Chile a las personas que se las rebuscan para mirar el partido sin costo y desde inusuales colocaciones. Son bomberos, quienes están prestos para atender cualquier emergencia.

Salen los equipos a la cancha y se desata la algarabía. La euforia es total. Es sencillamente una imagen poética. Humos amarillos y azules salen desde aparatos ubicados la cancha. “Boca, mi buen amigo, esta campaña volveremos a estar contigo…”, suena por todo el recinto deportivo.

Por los altoparlantes una mujer y un hombre dan a conocer las formaciones de los equipos. Curiosamente no mencionan el nombre de River Plate en ningún momento, sino que se refieren a “el rival”. En voz relativamente baja y de manera muy veloz, anuncian a los jugadores titulares, suplentes y cuerpo técnico del elenco de la banda roja.

Con Boca es evidentemente lo opuesto. Se toman su tiempo y el tono de voz es de júbilo. Los más aplaudidos son Chiquito Romero y el Pipa Benedetto. Aún no arranca el partido y el estadio entona “Vos sos de la B, vos sos de la B”, lo que es seguido de “Olé olé, olé olé, el que no salta, es de la B”. Con esta segunda canción las casi sesenta mil personas comienzan a saltar, lo que produce que la estructura de cemento se sacuda de manera seguida una y otra vez. Los monitores de los televisores de los periodistas que están en el sector de los medios de comunicación se comienzan a mover también. Para los chilenos que estamos arraigados con los movimientos sísmicos, la experiencia fue similar a vivir uno de menor intensidad. De ahí el dicho bostero que la Bombonera no tiembla, late.

En la cancha el balón comienza a rodar. River se hace del control del partido mientras que Boca llega al arco del millonario con más ganas que juego asociado. Se nota la superioridad en el elenco visitante, lo que se materializa a través de jugadas mejor urdidas. El público se da cuenta de que el rival es más que su equipo y comienza a levantarlo a través del aliento. La energía que se siente es indescriptible.

El chileno Paulo Díaz se muestra seguro en la zaga visitante. Esta tónica de juego asociado y sin muchos ripios del visitante se mantiene por casi toda la primera mitad. A escasos minutos de concluir el primer tiempo, el venezolano Salomón Rondón inaugura el marcador para River Plate, tras desviar un tiro al arco del experimentado jugador Enzo Pérez. Uno a cero a favor del visitante. Luego de que el balón golpea la red, se produce un silencio de cinco segundos. Pese a los gritos estentóreos de los jugadores de River celebrando el gol, paradójicamente éstos se pierden en el aire y en medio del silencio. La hinchada y público asume el gol visitante y retoma el aliento a su equipo con más animosidad, sin embargo, a los pocos minutos se baja el telón del primer tiempo.

En los periodistas que están cercanos a mí ronda una sola pregunta: ¿Hará cambios el técnico de Boca Juniors para cambiar el trámite del partido? Y es que los titulares los está reservando para el partido de semifinales contra Palmeiras en la Copa Libertadores, campeonato donde River Plate quedó en el camino. El público va a los espacios de comida donde venden principalmente pizza, agua y gaseosas.

Los equipos vuelven a la cancha, y el DT del cuadro bostero, Jorge Almirón, realiza sustituciones e incorpora a los jugadores Barco, Cavani y luego a Zeballos. Boca sale a la cancha con otra actitud. El encuentro es más parejo y Boca llega más al arco contrario. Los minutos pasan y River hace su negocio. El chileno Díaz juega un gran partido ganando duelos y sacando balones de peligro.

Se produce un gol de Boca, pero la anotación es anulada por un dudoso fuera de juego del uruguayo Cavani. El público encolerizado se descarga contra el juez del partido. River toma nuevamente el control del juego ante la consternación del equipo rival. El partido está al rojo vivo; o Boca descuenta o River decreta el segundo gol y con eso cierra el partido.

Las interrupciones hacen que el juego se alargue. Se vive el minuto 96 y Boca ataca, pero River tras una magnífica jugada concreta su segunda anotación a través de Enzo Díaz. “Gooooooooooool, gooooooooool de River, del campeón, del mejor equipo del fútbol argentino”, gritaba un locutor de radio, seguramente de un medio asociado al equipo millonario.

Su esfuerzo fue tal que su rostro se ruborizó al menos dos minutos. Caras largas y manos a la cabeza de la hinchada local. Los jugadores de River Plate van a celebrar el gol en una esquina que da a la prensa y a la hinchada local. El atrevimiento, parte del folclore de un clásico, hace que les lluevan bastones de banderas y envases de botellas plásticas. Todos estos elementos son sacados por funcionarios del estadio en milésimas de segundo. El gol visitante nuevamente produce ese silencio de cinco segundos. La reacción de la hinchada fue entonar cánticos donde le piden al equipo la obtención de la Copa Libertadores.

Termina el partido y los jugadores de Boca Juniors saludan a su público y se retiran a los vestidores tragando la amargura de la derrota. Los de River saltan, hacen rondas y se sacan una fotografía en el estadio. En términos simbólicos, aquella imagen es un trofeo de guerra que luego se lucirá en las redes sociales. Los de la banda sangre abandonan el campo bailando y saludando irónicamente a la barra brava de Boca Juniors. En tanto, Paulo Díaz se queda cerca de la mitad de la cancha para ser entrevistado como el mejor jugador del partido. ¿Un chileno?, sí, en toda esta crónica un chileno también es parte importante dentro de este reparto.

Me retiro del estadio analizando con Thomás, el periodista francés, los alcances del partido. El sol persiste en Buenos Aires. Se levanta un polvo amarillento en el sector de los estacionamientos cercanos al estadio. La gente de Boca se va disconforme, pero con el consuelo y a la vez ilusión de obtener la séptima Copa Libertadores en unos días más.

Los vendedores de cervezas las rematan a casi la mitad del precio ofrecido inicialmente. Llegamos al parque Lezama y me despido de Thomás. Me subo a un Uber y en la radio se habla incesantemente del partido. Llego al hotel y con mi esposa e hijas tomo otro Uber hacia el centro de la ciudad. Esta vez el programa de radio que sintoniza el vehículo aborda los preparativos para el debate presidencial que será en un par de horas más. En los siguientes días, seguramente la agenda será tomada por temas país, hasta que juegue la selección, River salga campeón del torneo local o Boca de la Libertadores. Es que sencillamente, esta dinámica es parte del acervo rioplatense donde el deporte rey se vive con alta intensidad.

* El autor es profesor de Estado y periodista, autor del libro de Julio Martínez “Prohibido olvidarlo”, “Gobernar es educar: Historias de Pedro Aguirre Cerda” y de “1962: Los secretos del mundial imposible”.







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